20090302

EL FESTIVAL CINCUENTON
Por Nicolàs Copano, para LA NACION DOMINGO

Cuando escribo estas palabras, acabo de cerrar la quinta noche seguida de festival mirando la tele. Por primera vez me ha tocado por motivos laborales observar el show sin perder detalle. Y tal como mirar 27 horas seguidas de Teletón, es un desafío tanto físico como mental.
Es un desafío por que, al igual que la ceremonia encabezada por Don Francisco, el Festival de Viña es un hito cultural en un país en que lo único que tienen en común los gerentes de Sanhattan y la señora Juanita son la tele y el pelambre. Y es por eso mismo que hay que ser sumamente cuidadosos al entenderlo: no es desprecio intelectual, sino que entendiendo el Chile viejo y conservador y comparándolo con el país pos-Pinochet mortem, con su destape inteligente en internet y presente en los medios de comunicación a través de burdas variantes de temas sexuales.


El Festival de la Canción de Viña del Mar cumple 50 años y, como entonces, persevera en su intento de transformar a la Ciudad Jardín en Punta del Este. Pero no somos alegres como los brasileños, cancheros como los argentinos o amables como los uruguayos. Por eso es patético que un panelista de un programa de espectáculo critique la falta o la búsqueda de glamour. Esa idea no existe, a lo más se trata de un capricho que hay que dejar en manos de las columnistas de revista femenina adictas a traguitos dulces. Este país es mucho más desordenado y torpe. En una noche llega Simply Red y en la misma Manpoval. Pasa Santana y después el show de Farkas, en un espectáculo televisivo provinciano como los que dejaron de existir en el primer mundo hace un par de décadas. Y eso es lo divertido, lo maravilloso. Esas divisiones son Chile. Esos países paralelos que construyen nuestra furiosa identidad. Esa que grita "¡Gaviota!" en forma alocada, una gaviota que solo nos importa a nosotros y que los extranjeros observan impresionados y sin entender de qué se trata. Por qué tanto descontrol, por qué tanta violencia a veces.

Esa violencia y descontrol este año han encontrado un icono en Leonardo Farkas. Él es la anarquía millonaria. Es nuestro Bruce Wayne: un filántropo millonario que sepulta la idea de que los millonarios de corbata son más sonrientes, que los que te emplean día a día son super buena onda.

Al fin y al cabo, este año Farkas ha sincerado ese show cincuentón. Como esas parejas de viejos que admiten demasiado tarde que nunca se han amado y que si se han quedado medio siglo juntos es por costumbre. La gente dice "oye, cualquiera con plata puede subirse al escenario". ¿Y acaso las discográficas en sus años de gloria hicieron algo distinto? ¿Acaso no nos obligaron a escuchar lo que querían? Porque plata tenían y podían instalar a quien deseaban adelante. Con su show, más apropiado para una casa de retiro en el desierto de Arizona que para un casino en Las Vegas, Farkas lo dejó en evidencia. Un jurel tipo salmón. Y es absolutamente defendible, porque cuando Farkas saca 30 millones de su bolsillo para regalarlos en lomitos queda claro que el chancho esta mal pelado. Que la desigualdad para usted y para mí, que nos tenemos que sacar la cresta para juntar unos milloncitos para un departamento a pasos del barrio Franklin, sería mucho más fácil. Que nos han mentido harto tiempo con la cantinela esa de que está bien que nos quedemos calladitos y que agradezcamos a un señor que no vemos por lo mucho o poco que tenemos.

El mismo Farkas dice que él no tiene tanto. ¿No es eso tremendamente anárquico? Pero también, por otro lado, saca al frente lo peor de la cultura chilena, la mendicidad. Si no se valora a los emprendedores como se debería es porque no hay una cultura del esfuerzo. Por eso, cuando se dice que este país será desarrollado, cada vez me queda más claro que eso se quedará sólo en los caminos pavimentados y los rascacielos cubiertos de vidrio. Pero por dentro seguirá habitando gente con el alma negra, que esperará noche tras noche los resultados del Loto y otro festival igual o mejor que el del año pasado.


2 comentarios:

  1. Anónimo9:24 p.m.

    Hola hola soy Pepe como estas tu
    Soy Pepe
    El Pepe.

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  2. Anónimo11:17 a.m.

    mucha razón en las cosas que dijiste, sobre el festival etc.
    Pero siempre es importante comprender que tú también haces una especie de anarquía, tal vez una anarquía silenciosa, un especie de ejemplo a seguir, que se convierte en lo mismo que hace el millonario con sus millones regalándolos, tú lo haces con la comunicación, estando en todos lados, eres parte de ese sistema al que criticas, dices que acá todos somos conformistas pero y qué más da? si al final los mismos ganan dinero, los mismos comunican, y seguimos un pueblo reprimido aguantando todo estos, antes eran los felipes camiroagas hoy son los copanos entre otros...
    esto no es con intención de hacer sentir mal, si no que es una forma de decir que aunque nos esforcemos las oportunidades no las tendremos y es ahí en donde estoy de acuerdo contigo, al final este país apoya este propio pensamiento de estar conformes y aceptar las cosas estilos señores feudales y vasallos

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